lunes, 28 de octubre de 2013

Política: lo que todos debemos saber






...en toda sociedad –sin importar la forma de gobierno– hay una pequeña élite que desea “ser libre” para mandar sobre los demás. De aquí sale la primera conclusión: dado su pequeño tamaño, es fácil para un príncipe asegurar su posición entre los que desean el poder, deshaciéndose de algunos y satisfaciendo a los demás a través de concesiones y privilegios.

El resto de la sociedad, creía Maquiavelo, no desea más que vivir una vida tranquila y segura. Para satisfacerlos, el príncipe debe introducir leyes e instituciones que, junto a su poder, traigan estabilidad y seguridad. Dentro de eso, debe tener algunas cosas claras: la religión, aunque sea falsa, deberá ser promovida, especialmente si preserva la solidaridad social. La población, por otro lado, deberá permanecer empobrecida y en constante posición de guerra, para que no sucumba ante los dos grandes enemigos de la obediencia –ambición y aburrimiento– y se vea en constante necesidad de líderes.

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...los consejos del florentino continúan, unos más indignantes y escandalosos que otros, pero todos cortados por la misma tijera: cuando se trata de la seguridad del país, no debe haber lugar para “ninguna consideración de justicia o injusticia, humanidad o crueldad, ignominia o gloria”. Ningún príncipe, explicó, “puede practicar todas las virtudes que los hombres consideran buenas, pues necesitará con frecuencia (...) actuar en contra de la lealtad, la clemencia, la bondad o la religión”.

Detrás de príncipes y virtudes, la lógica que empapa cada letra de El Príncipe es devastadora: la diferencia entre las cosas como son y como deberían ser, entre cómo se vive y cómo se debería vivir, es tan grande que “aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina”. Esa idea, tan sencilla y tan incómoda, lleva atormentando a la humanidad desde que el mundo es mundo, pero nadie la planteó como él.


El impacto moral de las máximas de El Príncipe suele eclipsar algunos de los aspectos más importantes de las intenciones de su autor. Para empezar, todos sus consejos están diseñados para crear y mantener un orden que satisfaga los intereses más permanentes del hombre. Sus valores, en palabras de Isaiah Berlin, “podrán ser erróneos, peligrosos u odiosos, pero no son cínicos”. Maquiavelo, a decir verdad, muestra poco interés en el oportunismo de los ambiciosos, en el poder por el poder.


En realidad, el florentino aspira a una república ideal, modelada a imagen de Esparta, la Atenas de Pericles y, sobre todo, la república romana. Esa república es la forma más alta de existencia social a la que los hombres pueden aspirar. Y para llegar a ella ningún sacrificio es demasiado.


De esas dos ideas se derivan algunas de las conclusiones más importantes del pensamiento maquiavélico. La política es una vocación honorable, y ciertamente necesaria en la vida humana, pero de ninguna manera placentera, segura o moralmente atractiva. El político, único destinatario de los consejos de El Príncipe, debe estar dispuesto a vender su alma –literalmente– por su vocación, a hacer un pacto con las fuerzas más profanas del universo. Porque al final, escribió Jeremy Waldron, “la línea que divide el liderazgo exitoso de la tiranía odiosa es tan delgada que (...) el ser juzgado de una u otra manera por la posteridad es cuestión de suerte”.

A ojos de Maquiavelo, entonces, la política no es una vocación aristotélica, inherente a la naturaleza humana. Precisamente por las características tan particulares que deben poseer aquellos dispuestos a vivirla adecuadamente, el maestro florentino solo recomienda la vida política a los que realmente poseen la vocación; aquellos que, como escribió Max Weber, no se desintegrarán “aunque el mundo sea demasiado estúpido o mezquino” para merecer lo que pretenden ofrecerle.

Esa idea, a su vez, ayuda a Maquiavelo a superar las dudas que lo asaltan por momentos: ¿puede un hombre que posea la grandeza para crear un Estado admirable tener la dureza para utilizar los métodos violentos y malvados que El Príncipe recomienda?

Maquiavelo encuentra la respuesta en Rómulo, que mató a Remo para fundar Roma, en Moisés y Teseo, en Ciro el Grande y los liberadores de Atenas, hombres que destruyeron para poder construir. Y como lo que ha sido puede volver a ser, Maquiavelo confía: sus ideas son optimistas.

...

...en su ensayo, Berlin comienza por enderezar lo que él considera la gran equivocación con respecto al florentino. El conflicto que yace en el corazón del pensamiento maquiavélico no es entre dos esferas autónomas de moral y política sino entre dos sistemas morales –“el de la moralidad personal y el de la organización pública”–, ambos exhaustivos , definitivos e incompatibles.

Partiendo de esa corrección, Berlin llega a su primera conclusión significativa: ignorar esa incompatibilidad lleva a “la ilusión platónica-judeocristiana de que los gobernantes virtuosos crean hombres virtuosos”. Si los métodos maquiavélicos, escribió, “te parecen moralmente detestables (...), tienes derecho a llevar una vida moralmente buena y permanecer como ciudadano”. En ese caso, sin embargo, “no deberás hacerte responsable de la vida de otros”. Deberás, en otras palabras, abandonar cualquier ideal de Atenas o Roma.

El que desee una vida pública y esté dispuesto a abandonar la moralidad individual, deberá seguir el camino recomendado por Maquiavelo. El problema, explicó, “es que los hombres buscan un camino medio que es el más dañino (...) y acaban perdiendo ambos mundos”. Esa ilusión sigue permeando nuestras vidas, escribió Claudia Roth Pierpoint, pues esperamos líderes que “nos convenzan de su ejemplaridad y piadosidad, pero que a la vez sean capaces de protegernos de enemigos” no tan ejemplares y piadosos.

Ángel Ricardo Martínez, análisis de la obra 'El Príncipe'.

Enlace al artículo original aquí.

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Para ilustrar mejor el tema, les dejo con una película que vale su peso en oro ya que ilustra como el poder cambia a las personas y las ajusta: La Ley de Herodes. Es la película completa.


3 comentarios:

  1. Muy buena lectura... Es cierto que esta dentro de las habilidades naturales del hombre el ser político (El simple hecho de inter-actuar con otra persona que no tiene tu mismo punto de vista, sin entrar en conflicto ya se esta siendo político) no quiere decir que debemos tolerar la POLITIQUERIA, esa propaganda barata que expresan todos los actuales candidatos al hablar.
    El valor real de las palabras de estos señores es nulo y lo demuestran con actos todos los días.
    Ninguno llena mis expectativas pero ni al 1% y creo que una vez mas el pueblo panameño tendrá que elegir al menos malo.
    Dios bendiga Panamá y a los panameños!
    Salud!!!

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  2. Tienes razón en lo planteado. Pero - como lo mencionas - no es lo mismo un político que un politiquero. Ambos son inmorales según nuestros estándares pero ello no aplica.
    Lo que se debe castigar es el delito ya que las jugadas 'juega vivo' si las hacen bien nunca podrán demostrarse cómo delito.
    En eso tenemos muy buenos políticos que la han hecho pero que pueden seguir caminando por la calle y recibiendo honores y pleitesías.

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  3. Tienes razón en lo planteado. Pero - como lo mencionas - no es lo mismo un político que un politiquero. Ambos son inmorales según nuestros estándares pero ello no aplica.
    Lo que se debe castigar es el delito ya que las jugadas 'juega vivo' si las hacen bien nunca podrán demostrarse cómo delito.
    En eso tenemos muy buenos políticos que la han hecho pero que pueden seguir caminando por la calle y recibiendo honores y pleitesías.

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